La palabra orgasmo, proviene del verbo griego, orgao, que significa derramar. Orgasmo es la sensación de sublimación, es alcanzar los límites de sensibilidad, traspasarlos; cuando los sentidos no son capaces de absorber más placer, y el placer se derrama....
Cuando me acuerdo de ti, y tu recuerdo me desborda la memoria, cuando me tengo que ceñir a lo que siento porque mi memoria miope se ahoga en sus lagunas; eso que la gente llama melancolía, prefiero llamarlo orgasmo. Me desbordan los recuerdos hasta que no hay recuerdo, pero tampoco hay aún olvido. Es más fácil olvidar y aún recordar, que viceversa. Cuantas veces, que no he sido siquiera capaz de recordar tu nombre, y aún no he podido olvidarte... No tantas como quisiera. Y me mata que el olvido me regale el vacío que dejan tus pocos recuerdos. Cómo nos aferramos a los recuerdos, tesoros en el caos de la memoria, como si fuesen verdades inamovibles, como una cita: secuestrando una frase, entrecomillada, en el paredón de un papel en blanco. Memoria avariciosa de tu propia vanidad, recordando recordar... Engañando al tiempo y al tiempo engañándote...
Pero también es ser ingrato negarla en absoluto, y la ingratitud, negar a lo que es de agradecer, lo que es digno de aprecio, cualquiera que sea lo que digno significa, eso es ciertamente despreciable...
Qué humano es enaltecerse de carencias personales como si fuesen victorias casi épicas, carencias que en otros son posesión, y su posesión es, para ellos y otros tantos, su virtud. Decía Napoleón que una retirada a tiempo es una victoria; pero será que no todas las victorias son iguales ni todas precisan de marchas triunfales, y desfiles, y fiestas y guirnaldas, y vino, sobre todo mucho vino. La distancia de lo que uno piensa que es a lo que realmente es, es la distancia que va de lo cómico a lo trágico, según Ortega y Gasset; cantar como victorias derrotas aceptadas, marketing del éxito, parece más una odisea tragicómica, ¿cuánta inteligencia hace falta para engañarse uno mismo?
Difícil llegar a saber si se critica por vicio, o con razón; pero criticar, aunque no se sepa solución mejor, podría ser positivo per se; o no se marca en las carreteras las zonas peligrosas aún más a menudo que se cambia su trazado. No sería yo el primero en defender el insulto como arte. Y aunque no sea cuestión de entrometerse en las vicisitudes de si ésto es mejor solución que lo contrario, quizás no pueda hacerse mucho más.¿Conformismo? Bien pudiera, pero ¿no es resultado de la satisfacción el estar conforme con las circunstancias? No es masturbación negar la satisfacción, ambición por lamerse el culo. Cuántos que si alcanzásemos a chuparnos la polla, quizás nos chupásemos en primer lugar el culo.
La ambición, esa ególatra que sólo se busca a si misma; y puesto que no puede satisfacerse, con su misma satisfacción se enaltece, rellenando de paja el pecho, sin más meta que en algún momento reventar, como todos.
Es de resentidos, ya decía, criticar lo que no se tiene, por temor a que sea lo que nos falta, aunque huir de nuestros defectos suele ser considerado, por los más, una virtud. Pobres halagos son verdaderos insultos, y aún asi suelen ser preferidos a incluso la mejor critica posible. Cuántas veces que se prefiere un insulto adulador que un halago crítico...
Ay de los que tengan más mar que puertos en que refugiarse, que llevarán vida marinera, con el aire y con el agua, y con sus vientos, a su deriva. A la deriva, con su inercia... Controlar la inercia, poseerla y dirigirla, ese es poder. La inercia, eso que mueve el mundo, la parte vegetativa de la historia, lo que al dinero es la inflación, la gravedad a los suicidas, el sexo al amor, o quien sabe, el amor al sexo. Buena prueba de que la racionalidad es cuestión de grado, es que por defecto pensamos en mañana como hoy, que la vida seguirá semejante a como ayer. La miopía de la memoria, y la de la previsión: a largo plazo todo estaremos muertos, dijo Keynnes, pero además como valorar el futuro si se nos escapa lo más del pasado y a menudo ni nos enteramos del presente. Unamuno llamaba a esa parte que no aparece en los libros, a las multitudes que en su día a día mueven como un burro la noria de la historia, a las multitudes de las que toman el poder los poderosos, la intrahistoria. Este mover la noria, ese paso lento que hace chillar los engranajes, la multitud en movimiento, la inercia de la historia, ese es el margen que tiene el poder para ser tal, antes de que de su misma ambición explote.
Conformista valentía enfrentarse a uno mismo: compararse con tan poco... Y al tiempo, tan absurdo como patético su contrario... Ese margen de la inercia, del poder, en primer lugar sobre uno mismo, como ampliarlo, cómo aumentar ese margen, como romper la restricciones que por ser nos son impuestas, cómo vencer esos límites y al unísono aceptarlos... cómo tener el timón de la inercia a la deriva... quién sabe... esperaría de un genio que dijera que la genialidad es otra cosa... de una respuesta que fuese entre interrogaciones, ¿y de una pregunta? ¿qué no tenga respuesta? Pero si tiene respuesta, a qué hacer la pregunta...
Quién sabe, quizás no haga falta lógica, para tener sentido...
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